Vicente Aleixandre y Merlos, geboren am 26. April 1898 in Sevilla, war ein bedeutender spanischer Lyriker, der 1977 den Nobelpreis für Literatur erhielt. Aufgewachsen in Málaga, zog Aleixandre 1909 nach Madrid, wo er Jura und Wirtschaft studierte. In Madrid lernte er 1922 Rafael Alberti kennen, ein weiteres Mitglied der berühmten Generación del 27. Während dieser Zeit begann er, Gedichte zu schreiben, und hatte eine leidenschaftliche Beziehung zu der Schauspielerin Carmen de Granada. Aleixandre reiste durch verschiedene Länder und begann 1925 aufgrund gesundheitlicher Probleme, sich ganz der Literatur zu widmen. Sein Werk "La destruccion o el amor" brachte ihm 1934 den spanischen Nationalpreis für Literatur ein, aber aufgrund seines antifaschistischen Standpunkts erhielt er von 1936 bis 1944 Publikationsverbot. 1950 wurde er Mitglied der Real Academia Española. Sein Werk lässt sich in drei Epochen unterteilen: In seiner frühen Phase war er stark vom Surrealismus beeinflusst, später entwickelte er ein Bewusstsein für die Gemeinschaft und seine Sprache wurde zugänglicher. Sein Spätwerk zeigte ein zunehmendes Bewusstsein für Sterblichkeit und den bevorstehenden Tod. Er verstarb am 14. Dezember 1984 in Madrid.
Detalle del mural de Jonathan Morillas (Doger) de agosto de 2018, en la estación de servicio de Baños del Carmen, Baños del Carmen, Málaga, España. En la imagen, el texto «Málaga / Ciudad del Paraíso / Vicente Alexiandre». El mural representa una vista panorámica del balneario de Baños del Carmen en la que aparecen unas cotorras volando, un gato recostado en la escollera, gaviotas y flamencos, delfines y una jábega. En el mural, también aparece representando disimuladamente el propio autor, acompañado de un perro.[1][2]
Placa conmemorativa dedicada a Vicente Aleixandre en el número 6 de la calle Córdoba, Málaga, España. La inscripción en la placa dice: «Aquí vivió el poeta / Vicente Aleixandre / hijo adoptivo de Málaga / que consagró a la / ciudad del paraíso / el más encendido de sus libros / El Ayuntamiento malagueño / le dedica esta lápida / MCMLX».
Vista de situación de la placa conmemorativa dedicada a Vicente Aleixandre en el número 6 de la calle Córdoba, Málaga, España. La inscripción en la placa dice: «Aquí vivió el poeta / Vicente Aleixandre / hijo adoptivo de Málaga / que consagró a la / ciudad del paraíso / el más encendido de sus libros / El Ayuntamiento malagueño / le dedica esta lápida / MCMLX».
Monumento a Vicente Aleixandre en la travesía Pintor Nogales, Málaga, España. El monumento recoge como inscripción conmemorativa sobre paneles de madera el poema Ciudad del paraíso de Vicente Aleixandre. La inscripción dice: «Ciudad del paraíso / Vicente Aleixandre. Premio Nobel de Literatura 1977 / A mi ciudad de Málaga / Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos. / Colgada del imponente monte, apenas detenida / en tu vertical caída a las ondas azules, / pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas, / intermedia en los aires, como si una mano dichosa / te hubiera retenido, un momento de gloria, antes de hundirte para siempre en las olas amantes. / Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira / o brama por ti, ciudad de mis días alegres, / ciudad madre y blanquísima donde viví y recuerdo, / angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas. / Calles apenas, leves, musicales. Jardines / donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas. / Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas, / mecen el brillo de la brisa y suspenden / por un instante labios celestiales que cruzan / con destino a las islas remotísimas, mágicas, / que allá en el azul índigo, libertadas, navegan. / Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda. / Allí, donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable, / y donde las rutilantes paredes besan siempre / a quienes siempre cruzan, hervidores, en brillos. / Allí fui conducido por una mano materna. / Acaso de una reja floridauna guitarra triste / cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo; / quieta la noche, más quieto el amante, / bajo la luna eterna que instantánea transcurre. / Un soplo de eternidad pudo destruirte, / ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios emergiste. / Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron, / eternamente fúlgidos como un soplo divino. / Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela / a la ciudad voladora entre monte y abismo, / blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso / que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra! / Por aquella manomaterna fui llevado ligero / por tus calles inerávidas. Pie desnudo en el día. / Píe desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro. / Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas. / Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas».
Monumento a Vicente Aleixandre en la travesía Pintor Nogales, Málaga, España. El monumento recoge como inscripción conmemorativa sobre paneles de madera el poema Ciudad del paraíso de Vicente Aleixandre. La inscripción dice: «Ciudad del paraíso / Vicente Aleixandre. Premio Nobel de Literatura 1977 / A mi ciudad de Málaga / Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos. / Colgada del imponente monte, apenas detenida / en tu vertical caída a las ondas azules, / pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas, / intermedia en los aires, como si una mano dichosa / te hubiera retenido, un momento de gloria, antes de hundirte para siempre en las olas amantes. / Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira / o brama por ti, ciudad de mis días alegres, / ciudad madre y blanquísima donde viví y recuerdo, / angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas. / Calles apenas, leves, musicales. Jardines / donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas. / Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas, / mecen el brillo de la brisa y suspenden / por un instante labios celestiales que cruzan / con destino a las islas remotísimas, mágicas, / que allá en el azul índigo, libertadas, navegan. / Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda. / Allí, donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable, / y donde las rutilantes paredes besan siempre / a quienes siempre cruzan, hervidores, en brillos. / Allí fui conducido por una mano materna. / Acaso de una reja floridauna guitarra triste / cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo; / quieta la noche, más quieto el amante, / bajo la luna eterna que instantánea transcurre. / Un soplo de eternidad pudo destruirte, / ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios emergiste. / Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron, / eternamente fúlgidos como un soplo divino. / Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela / a la ciudad voladora entre monte y abismo, / blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso / que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra! / Por aquella manomaterna fui llevado ligero / por tus calles inerávidas. Pie desnudo en el día. / Píe desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro. / Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas. / Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas».
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